margullý

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viernes, 29 de enero de 2010

Indígena y gen

Indígena, es un cultismo tomado del latín indigena, que significaba ‘de allí’ y, por extensión, ‘primitivo habitante de un lugar, nativo’. Este término está compuesto de indi- (una variante del prefijo latino in-) y la raíz indoeuropea gen- ‘parir’, ‘dar a luz’, que también está presente en muchas palabras de nuestra lengua, como engendrar, gen, genealogía, etcétera.



La idea fundamental es que los genes adicionales que aparecen en el citoplasma de las células animales, vegetales y otras células nucleadas no son «genes desnudos», sino que más bien tienen su origen en genes bacterianos. Estos genes son el legado palpable de un pasado violento, competitivo y formador de treguas. Las bacterias que hace mucho tiempo fueron parcialmente devoradas, y quedaron atrapadas dentro de los cuerpos de otras, se convirtieron en orgánulos. Las bacterias verdes que fotosintetizan y producen oxígeno, las llamadas cianobacterias, todavía existen en los estanques y arroyos, en los lodos y sobre las playas. Sus parientes cohabitan con innumerables organismos de mayor tamaño: todas las plantas y todas las algas. […]


Me gusta presumir de que nosotros, mis estudiantes, mis colegas y yo, hemos ganado tres de las cuatro batallas de la teoría de la endosimbiosis seriada (SET). Ahora podemos identificar tres de los cuatro socios que subyacen al origen de la individualidad celular. Los científicos interesados en este asunto están ahora de acuerdo en que la sustancia base de las células, el nucleocitoplasma, descendió de las arqueobacterias; en concreto, la mayor parte del metabolismo constructor de proteínas procede de las bacterias termoacidófilas («parecidas a las del género Thermoplasma»). Las mitocondrias respiradoras de oxígeno de nuestras células y otras células nucleadas evolucionaron a partir de simbiontes bacterianos ahora llamados «bacterias púrpura» o «proteobacterias». Los cloroplastos y otros plástidos de algas y plantas fueron en su tiempo cianobacterias fotosintéticas de vida libre.
Margulis, Una revolución en la Evolución, cap.: Individualidad por incorporación





El teléfono celular puede constituir uno de los sistemas más modernos de telecomunicaciones, pero la palabra que usamos para denominarlo hunde sus raíces en la prehistoria. En efecto, los pueblos indoeuropeos empleaban la raíz kel- para expresar las ideas de ‘ocultar’, de ‘encerrar’ y de ‘proteger’.

A partir de esa raíz, se formó en latín cella para indicar ‘habitación pequeña’. Esta voz dio lugar en castellano a celda, vocablo que inicialmente designaba los claustros de los monjes medievales y las pequeñas habitaciones que les correspondían en los monasterios.

El diminutivo latino de cella era cellula, que los romanos usaban para nombrar las pequeñas divisiones hexagonales de un panal de abejas; llegó al español como célula, aunque fue una palabra poco usada hasta el siglo XVIII, cuando los nuevos descubrimientos de la biología llevaron al conocimiento de la ‘célula’ como unidad anatómica y fisiológica de los organismos vivos.

Y cuando la química necesitó un nombre para un nuevo material formado por microscópicas celdas vacías, utilizó celulosa, es decir, ‘con aspecto de célula’. De un derivado de este material, la nitrocelulosa, pudo obtenerse lo que se llamó celuloide, que sirvió de soporte para las películas cinematográficas hasta los años setenta del siglo XX.

A lo largo del siglo pasado, la electrónica fue desarrollando diversas invenciones que permitieron generar electricidad mediante pequeños dispositivos montados en envoltorios, para los cuales se adoptó el nombre de ‘célula fotoeléctrica’ o ‘célula solar’.

Y llegamos al teléfono móvil, que funciona mediante una tecnología que establece la división del territorio en pequeñas áreas geográficas, cada una de las cuales se llama ‘célula’; el conjunto cubre toda el área de funcionamiento del sistema. Por esa razón, los teléfonos móviles son denominados también celulares.

Alguien puede preguntarse por qué ciertos vehículos de la policía destinados al transporte de presos son llamados ‘coches celulares’ o ‘furgones celulares’; en este caso, la palabra no tiene nada que ver con teléfonos móviles, sino que se refiere a la antigua denotación de ‘celda’, como la de los monjes, aunque en este caso se trate de los presos: describe un vehículo con celdas o que funciona como una celda de prisión.


Estos textos ha sido extraídos de los libros de Ricardo Soca La fascinante historia de las palabras y Nuevas fascinantes historias de las palabras.

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